Día de la educación ambiental
El 26 de enero de 1975 durante el Seminario Internacional de Educación Ambiental en Belgrado se establecieron los principios de la Educación Ambiental que se encuentran descriptas en la Carta de Belgrado. En la misma se establecen como objetivos de la Educación Ambiental la toma de conciencia, los conocimientos, las aptitudes y actitudes, la capacidad de evaluación y la participación.
Han pasado 45 años de este hecho en el que más de 20 países lograron acordar sobre la importancia de la Educación Ambiental. Esto nos invitaría a pensar que hemos tomado conciencia respecto de la importancia del ambiente y su conservación. Sin embargo, durante este tiempo hemos acelerado nuestras cadenas de producción y consumo, poniendo en serio riesgo los recursos que nos permiten la supervivencia de los ecosistemas, incluso la sobrevida de la raza humana. En la última década, la necesidad de actuar se ha hecho aún más apremiante. En 2015 las Naciones Unidas declararon la educación ambiental como uno de los motores esenciales en su agenda «Transformando nuestro Mundo: la Agenda de Desarrollo Sostenible de 2030». Y en 2017, la resolución “Educación para el Desarrollo Sostenible” estableció marco, herramientas, plazos y objetivos. Surge la pregunta necesaria: ¿hemos fracasado en esta tarea?
Sabemos que estamos lejos de que el trabajo docente en el aula incluya a la Educación Ambiental de manera transversal en toda la currícula. . Esta dificultad sucede en parte por el déficit de formación en el trabajo por proyectos en el aula; metodología que brinda sentido al aprendizaje, contextualizando los contenidos y permitiendo una perspectiva global, en la que los estudiantes son protagonistas de su propio aprendizaje. Esto los motiva y permite que desarrollen habilidades y destrezas que invitan a la colaboración entre ellos para la construcción de un conocimiento con sentido, aumentando las habilidades para la solución de problemas y acrecentando su autoestima. A su vez, las actividades en la naturaleza tampoco son suficientes si no se realizan dentro de una propuesta educativa que la contextualice y proponga una acción que permita poner en marcha una práctica comunitaria que sensibilice y concientice.
Por otro lado, la educación ambiental debe llegar a los adultos igual que a los niños, porque son aquellos los responsables, por acción u omisión, de los daños ambientales, y quienes tienen las posibilidades de modificar las normativas para repararlos. Pero resulta más fácil dirigir los programas a los niños, cuyo contexto parece más aséptico e inofensivo, pero no es suficiente. Niños y adultos deben ser sujetos educativos, pues se necesitan niños y jóvenes activos con iniciativas de cambio y adultos dispuestos a desarrollar políticas públicas acordes a los mismos.
La educación ambiental debe estar dirigida a todos los públicos, en espacios formales y otros alternativos de aprendizaje, con una metodología adecuada en cada caso, que permita la reflexión, el debate y la participación como instrumentos de conocimiento de la realidad y de transformación de la misma. Los temas como el cambio climático o los tóxicos en la vida diaria, entre otros desafíos, requieren respuestas que cuestionen nuestro modo de vida, y aunque la educación ambiental no tiene la última palabra, su colaboración es imprescindible para que la comunidad toda comprenda, actúe, acompañe y promueva las políticas necesarias.
Volviendo a la pregunta: ¿hemos fracasado en estos 45 años? La respuesta es no, estamos en el camino. Somos muchos los individuos y las organizaciones que estamos construyendo y aplicando modelos de trabajo valiosos en diferentes lugares y con distintos objetivos, pero con el mismo propósito de una vida más sustentable y en armonía con todas las formas de vida. El desafío que tenemos hacia delante es cómo articular entre todos los que estamos en esta construcción para acelerar los tiempos y alcanzar el propósito en el menor plazo. La Agenda para el Desarrollo Sostenible nos dice que tenemos 10 años para lograr los 17 Objetivos, es poco tiempo para ir separados: la invitación es a hacerlo juntos.