Día internacional de los Pueblos Indígenas
“…el pez grande se tragó al más pequeño. No tuvo remordimientos…”
(“La presa” de antología de cuentos)
Existen variados argumentos para motivar y para justificar una conquista, pero todas tienen un hilo irreductible: el considerarse mejor que el conquistado. Para ello primero hace falta percibirlo diferente, luego concebirlo inferior, para luego delinear las excusas del caso y legitimar la dominación. Porque si no se esboza la superioridad, ya sea cultural, racial, económica, religiosa, etc., sería imposible justificar la conquista, fuera de un mero acto barbárico de supremacía de fuerza e intereses mezquinos.
El poder conquistador se manifiesta seductor o coercitivo, en forma de un mejor dios, de civilización “más avanzada”, como mil lanzas u hongo atómico, como asfixia económica o como cualquier otra forma de autoridad avasallante.
EL Homo Sapiens no es uno solo. No forma parte de una única manada. Cada clan, cada pueblo, cada nación se cierra en sí misma y construye una pertenencia tribal que es más sólida que cualquier muralla. Cada tribu se preserva de lo extraño. Eso que es diferente se considera potencialmente peligroso. Así es como hemos sobrevivido miles de años: reconociéndonos entre los mismos. Pero, si a lo distinto lo concebimos inferior deja de ser extraño y peligroso para convertirse en sometible y provechoso. Lo hacemos con otras especies y, por supuesto, también lo hacemos con la propia. A veces dominando incluso el espacio pertinente a nuestro sometido: su hábitat, su tierra; a veces subyugando su voluntad, al explotarlo; a veces despreciando su historia, su cultura, su legado. Muchas veces haciendo todo eso junto. Entonces, se es testigo de la peor de las muertes de un pueblo: el olvido. Cuando un pueblo originario es arrasado, las calles de las ciudades erigidas sobre los conquistados llevarán los nombres de los conquistadores, más allá de alguna calle o estatua local, intentando alguna tibia o tímida reivindicación.
Todo acto de conquista es, en el fondo, un acto de depredación. Lo contrario de ello es el reconocimiento del otro como un ser valioso, con quien cooperar para que juntos conquisten la prosperidad y la paz, tanto a nivel personal como a nivel global. Muchos seres vivos funcionan de esa manera. ¿Estaremos algún día suficientemente evolucionados como para imprimir esta cualidad en nuestra especie?
Emilio E. S. Rey